Participando del «Adviento» con los Evangelios (y III-IV)

La venida histórica de nuestro Salvador

Unimos las aportaciones III y IV en este único post, dado que este año las ferias privilegiadas comenzarán, Deo mediante, en martes, de modo que para mantener cierta simetría en la composición de bitácora, os ofrecemos el material unido. Esperemos que hayan sido de ayuda en estos días previos a la celebración del Mysterium Incarnationis.

17 de diciembre                       Mt 1,1-17        Los orígenes de Jesús
18 de diciembre                       Mt 1,18-24      Anunciación a José
19 de diciembre                       Lc 1,5-25        Anunciación a Zacarías
20 de diciembre                       Lc 1,26-38      Anunciación a María Virgen
21 de diciembre                       Lc 1,39-45      Encuentro entre las Matriarcas
22 de diciembre (*)                  Lc 1,46-55      Cántico de María Virgen
23 de diciembre                       Lc 1,57-66      Nacimiento de Juan
24 de diciembre. Matutina       Lc 1,67-79      Cántico de Zacarías

La Liturgia romana ha dispuesto, ya desde antiguo, ocho días de preparativos para el Nacimiento de Cristo. En la secuencia de evangelios, el Adviento ha seleccionado el primer capítulo de los Evangelios Primero y Tercero, para presentar los misterios propios de estos días, ferias privilegiadas, que conforman un Octavario previo a la solemnidad de la Natividad del Señor. Por un lado tenemos el árbol genealógico de Jesús de monótona redacción que solamente viene interrumpida por algunas alusiones históricas o personales. Como ya es conocido el interés del Adviento en el octavario previo a la solemnidad del Nacimiento del Señor desea introducirnos en aquellos elementos bíblico-históricos que nos disponen a reproducir la misma situación espiritual de aquellos años del siglo I, aunque desde la mirada de la Iglesia que confiesa la unidad unius Christi Mysterii. Precisamente en Adviento, partimos del origen histórico de Jesús: nace en una familia que tiene origen davídico (Mt 1,1-18), aunque su nacimiento necesita de una explicación del todo singular, ya que el nacimiento de Jesús es el Nacimiento del Enmanuel, prometido en Isaías (Mt 1,18-25), donde se muestra no sólo el milagro propio de la Encarnación de la Persona divina del Hijo, sino las decisiones que a favor de Cristo tuvieron que hacer ya María (Lc 1,26-38) y José (Mt 1,18-25), Zacarías (Lc 1,5-25) e Isabel (Lc 1,26-45), superando sus categorías humano-religiosas acogiendo un Don del todo superior: la virtud teologal de la fe, aceptando las revelaciones de Dios por medio de ángeles. Concluimos el Octavario de ferias adventuales con los dos cánticos que la Iglesia ha retomado en las celebraciones litúrgicas de la Mañana (Ad Laudes matutinas) y de la Tarde (Ad Vesperas), a saber el Magnificat de la Virgen María (Lc 1,46-55) y el Benedictus de Zacarías (Lc 1,68-79).

1. La preparación del Adviento culmina en la fe teologal. La importancia de la Navidad y su preparación litúrgica natural, que es el Adviento, no radica en la selección de una serie de sentimientos reservados sólo para los días del invierno, traducidos en una especial sensibilidad por el sufrimiento de nuestros congéneres; agilizar un esfuerzo más singular por recibir a nuestros familiares, etc., que deben ser absolutamente mantenidas e implementadas. Con todo, lo que define a la Navidad y que es fundamento de dichas buenas obras es la fe teológica, es decir, la adhesión de inteligencia y voluntad ante la Encarnación del Hijo de Dios Padre en el seno virginal de santa María, sin concurso de varón, y que tiene por misión morir en la cruz por nosotros para darnos la vida eterna y gozar de la visión de Dios mismo. Y de una generosidad tan grande, no sólo atendemos a nuestros prójimos materialmente más urgidos de ayuda, sino que mantenemos viva la identidad de la fe que apoya dicha ayuda. Pensemos que sin esta fe de Dios, las ayudas se extinguirán, y no se comprenderá la Navidad en su sentido más genuino y auténtico.

2. Notas de piedad adventual. El Adviento, en esta segunda fase, nos presenta dos ejes de piedad litúrgica que nos ayudarán a celebrar con una más «fresca» y «espiritualmente intensa» participación los misterios de la Navidad

a.) Piedad mariana. Se ha insistido recientemente en el marcado carácter mariano de este tiempo litúrgico, sobre todo enfocado en el misterio de la Maternidad divina de María, que se remarcará en el domingo IV de Adviento. La fe de la Virgen María es una fe grande, que no se detiene en la letra de la revelación del ángel, sino que acoge al Verbo de quien hacen referencia. Como se afirmaba en los responsorios monacales del tiempo de Adviento, María concibió por el oído, haciendo referencia a Rm 10,17, cuando dice Pablo: Fides ex auditu, la fe viene por escuchar.

b.) Piedad josefina. José de Nazaret ha pasado a un muy último plano en la vida litúrgico-eclesial, aunque se ha mantenido una solemnidad externa y otra mención facultativa el 1 de mayo. Con todo, la repercusión de la devoción por su figura ha sido redimensionado y en parte olvidada. Pero el Adviento, en las ferias privilegiadas, resalta por su piedad al modo de san José, que tuvo que modificarse con todo su ser para poder acoger al Hijo de Dios en un ambiente que se le antojaría adverso y con unos parámetros para nada humanos: la medida de Dios. La respuesta de José es generosa, y su silencio es un silencio activo, de conversión a Cristo y de una fe activa.

3. Conversión eclesial a Dios de nuestro Pueblo.

a.) Intensificar la virtud de la fe y la caridad. Creceremos en amor de Dios con actos intensos, como lo sucedió con José y María frente al Misterio de la Encarnación que les cambió la vida y la mentalidad, además de ser los «albores de nuestra redención».

b.) Un silencio contemplativo. Los patriarcas bíblicos de nuestra fe neotestamentaria se caracterizan por la reciedumbre de su espíritu, que ante la revelación de Dios la primera reacción es el silencio, no un callarse por no tener nada que decir, sino que es un silencio de adoración de Dios, de reconocimiento de la Omnipotencia de nuestro Salvador. Adviento nos invita a callarnos, a hacer silencio en nuestro ambiente para dar espacio a la escucha de la fe (fides ex auditu).

c.) Luchar por una presencia religiosa activa. Nuestro Pueblo, nuestra sociedad, necesita de nuestra ayuda caritativa y social. La labor de Cáritas a diversos niveles es altamente reconocida y valorada. Con todo, debemos hacer notar que nuestro quehacer tiene que ver con nuestro Ser, que tiene a Dios por horizonte y referente: Origen, Guía y Meta de nuestro ser, existir y actuar. En Adviento, se nos recuerda que la Navidad necesita de una sociedad que acoja al Dios encarnado y a sus mensajeros, y en la medida en que se restrinja el derecho a la libertad de religión y de culto, queda menoscabada nuestro dignidad personal y ciudadana. Y el Evangelio de Cristo tiene eco social y también a nuestros dirigentes tiene palabras para ellos. De ellos dependerá recibirlas como Zacarías o como Herodes. Oremos a Dios por ellos y por nosotros.


Marcos Aceituno Donoso