Homilía de la Sepultura del Divino Cuerpo del Señor (X)

Introducción

Se acercan dos de las secciones más largas del sermón del Pseudo-Epifanio. En ella se concluye con la presencia de José y Nicodemo y se procede a la transición a los efectos salvíficos de la visita del alma de Cristo glorificada unida a la divinidad del Hijo eterno del Padre. En ella se conciertan las voces de unos personajes que hasta ahora no aparecían: los seres incorpóreos. Nótese que no se denominan ángeles directamente, sino que abunda en la amplia descripción de la angelología, fundada en la Escritura (cf. Is 6,2-6; Ez 10–11; Dn 7,27; Pss 17,11; 98,1; Sir 49,1; Rm 8,31; Col 1,16; 2,15; Ef 6,12). El largo diálogo ficticio entre los seres incorpóreos, servidores de Dios, da pie a introducir el elemento soteriológico de la dualidad de naturalezas en la Única Persona del Verbo de Dios, Jesús de Nazaret. Nótese también la delicadeza con que aparece una vez más –si bien en clave cristológica– la virginidad intacta de María con una expresión sencilla que ha tenido éxito en el discurso teológico oriental sobre la Virgen Madre de Dios, María Santísima: los sellos sin romper de su virginidad corpórea.
 
Prosigue el Sermón atribuido a San Epifanio sobre el Grande y Santo Sábado (sección VII)
 
Al mismo tiempo, me felicito tus manos, oh José, que sirvieron y palparon el todavía sangrante las manos y pies del divino cuerpo de Jesús. Felicito tus manos que se acercaron al costado de Dios, antes del excesivo afán de minuciosidad del incrédulo y ahora muy alabado Tomás. Felicito tu boca que llenándose totalmente de aire [lo] insufló a la boca de Jesús, uniéndose a ella, y fue repleta [tu boca] de Espíritu Santo. Felicito tus ojos que depositaste en los ojos de Jesús, y que participaron allí mismo de la Luz verdadera. Felicito tu rostro que se acercó al rostro de Dios. Felicito tus hombros que levantaron al que sostiene todo. Felicito tu cabeza en la cual se acercó Jesús, Cabeza de todos (cf 1Cor 11,3).
 
Felicito a José y a Nicodemo. Se hicieron querubines de los querubines, ensalzando a Dios en sí mismos, y llevándolo. Se hicieron siervos de Dios [los] de seis alas, pero no con alas, sino con sábanas, ellos que cubrieron y honraron a Dios. Ante el que tiemblan los querubines llevan sobre sus hombros José y Nicodemo, como [si quienes] enterrasen [fuesen] todos los órdenes de [seres] incorpóreos. Pues, ¿allí mismo donde José y Nicodemo no han corrido todo el pueblo divino de los ángeles? Sí: se anticipan los querubines; corren conjuntamente los serafines; colaboran en cargar el peso los tronos; cubren los seres con seis alas alados; se estremecen los que tiene muchos ojos viendo a Jesús en la carne sin aspecto alguno, y cubren también al unísono las virtudes y cantan los principados. Se estremecen los ejércitos, en suspenso, estupefactos se intercambian el comentario:
 
«¿Qué acontecimiento temible es este? ¿Y este temor? ¿Y este estremecimiento? ¿Y esa disposición? ¿Qué es este espectáculo grande, paradójico e inabarcable? El Dios de lo alto, invisible para nosotros [seres] incorpóreos, aquí abajo se la ha visto cual mortal entre mortales, desnudo y muerto? A aquel a quien los querubines sirven con piedad José y Nicodemo honran tributos fúnebres con aplomo. ¿Cuándo descendió el que no abandona la altura? ¿Cómo salió el que está en lo interno? ¿Cómo fue a la tierra el que todo lo llena? ¿Cómo es despojado el que es oculto a todos, Él que con el Padre es un Dios imperceptible? ¿Él que jamás hasta ahora se nos había mostrado, a los hombre se ha manifestado como hombre así como amigo de los hombres. ¿Cómo el Invisible se ha dejado ver? ¿Cómo el Inmaterial se ha encarnado? ¿Cómo el Impasible ha sufrido? ¿Cómo el Juez se ha presentado ante un tribunal? ¿Cómo la Vida ha gustado la muerte? ¿Cómo el Incircunscrito se ha ceñido a un sepulcro? ¿Cómo habita en un sepulcro el que no abandonó el trono paterno? ¿Cómo entró por la puerta de un sepulcro el que no ha dejado abrir las puertas de los cielos? Antes bien abrió las puertas del paraíso. No desgarró las puertas de la Virgen, pero destrozó las puertas del hades. No abrió las puertas a causa de Tomás, pero abrió las puertas del Reino a los hombres, Él, el Salvador, sin abrir las puertas y los sellos del sepulcro. ¿Cómo se concibe entre los muertos el que es Libre entre los muertos (cf. LXX Ps 87,6)? ¿Cómo la luz sin atardecer aparece entre oscuridades y sombra de muerte (cf. Ps 87,7)? ¿Cómo camina, cómo desciende el que no puede ser dominado de la muerte? ¿Qué acontecimiento es este? ¿Qué asunto? ¿Cuál es el designio de su descenso al hades? Al punto desciende para llevarse a Adán el condenado y consiervo nuestro. Siendo realmente el Primer moldeado, cual oveja perdida (cf. Lc 15,6) va [Él] a buscarlo. Quiere visitar del todo a quienes están en tiniebla y yacen en sombra de muerte (cf. Lc 1,78).
 
[El que es] Dios y [a la par hijo de éstos] va a desligar del todo al exiliado Adán y a Eva, exiliada con éste. Descendamos con Él, si bien hemos de formar un coro con Él. Corramos y volquémonos con Él, brinquemos juntos, anticipémonos, celebremos, démonos prisa, viendo las reconciliaciones de Dios con los hombres y la liberación de los condenados realizada por un Señor [tan] bueno.

Marcos Aceituno Donoso