Flash Litúrgico: ¿El nombre del Santo en la Plegaria segunda?

No es infrecuente observar que, cuando en una celebración eucarística, se hace memoria de algún santo, o es su fiesta e, incluso, solemnidad, si el que preside utiliza la plegaria eucarística segunda (la que tiene más devotos, por cierto), se deje llevar por un ataque de devoción irreprimible y, con un calzador bien largo, introduzca el nombre del santo en cuestión entre el de "la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad".

Y, ¿por qué? ¿Cuál es el motivo de esta cita espontánea si la plegaria eucarística segunda no admite, no da espacio, para ello? Ah... pues será la devoción, una especie de fervor súbito hacia el santo o la santa, o un ataque de miedo insuperable... no vaya a ser que se enfade (con un enfado celestial, claro) si no se le cita nuevamente... o ... ¡vete a saber!

Pero es que la cuestión es seria. Ni la plegaria primera (el llamado canon romano, que de canon tiene bien poco, cariñito mío), ni la segunda, ni la cuarta, permiten añadir rien de rien, nada de nada, a su texto. Solo la tercera consiente que se incorpore el nombre del santo del día o patrono, a gusto del consumidor. Las demás, no. Porque -digámoslo clarito- la plegaria eucarística es el sanctasanctórum de la celebración, y todos los textos magisteriales insisten en el hecho de que nadie puede modificar ni una línea, ni un párrafo de ella. Solo hay que echar un vistazo a la Carta circular de la Sagrada Congregación para el Culto Divino (1973), 10, y a la Instrucción Inaestimabile Donum (1980), 5, como también a la Instrucción Redemptionis Sacramentum (2004), 51.

Por otra parte, si estamos haciendo memoria de un santo o santa, ¿qué añade a la calidad celebrativa y a su veneración que citemos su nombre dentro de la plegaria eucarística? ¡Cualquiera diría que ello produce conversiones en masa a la fe católica!

Dejémonos, pues, de piruetas de devoción barata y atendamos a lo que es la oración de la Iglesia. Ella es quien nos dice dónde se encuentra la verdadera devoción ya que es nuestra maestra en el arte no fácil de orar. Incluso los santos saben de eso perfectamente y se alegran de que sepamos obedecer. Más se alegran de ello que de lo otro. ¡Fijo, fijo!

Jaume González Padrós

(Revista "Liturgia y Espiritualidad" 5, Mayo 2012, pag. 373-374)